ACROBACIA DE UN GIGANTE.
Se necesitaba información de los buques enemigos que se dirigían al Teatro de Operaciones Los obsoletos Neptune quedaron fuera de servicio al poco tiempo de uso. La falta de aviones adecuados de la Marina para la cubrir la responsabilidad de exploración lejana en el mar hizo que se usaran los los Boeing 707 y Lockheed C-130 de transporte de la FAA.
El 22-May-82 un Boeing 707 B, TC-92 , de la Fuerza Aérea Argentina, transformado en avión vigía del mar, volaba a 13.000 mts de altura sobre el Atlántico Meridional a unas 1,200 millas náuticas al Este de Río de Janeiro, detectando e identificando los buques británicos que normalmente – procedentes de Isla Ascensión – se dirigían a la zona de operaciones de la Flota, en el Atlántico Sur.
Al ser alertada por su radar, sobre ecos navales, la tripulación dirigió al avión, en descenso por entre nubes intermedias, hacia la zona de los ecos y sorpresivamente avistó al buque Atlantic Conveyor (portacontenedor, que en esa situación iba cargado de aviones, helicópteros, repuestos valiosos, etc.) escoltado por varios buques de batalla.
Lo que no imaginaban era que en esa escolta navegaban dos destructores misilísticos el HMS Cardiff y el HMS Bristol. . La computadora de la nave misilística con los datos del radar determina la trayectoria y posición del avión en el tiempo de vuelo del misil, apuntándolo hacia ese punto de encuentro, para derribarlo. No busca al avión siguiéndolo desde atrás, sino que va hacia un punto en el espacio donde se van a encontrar de acuerdo a sus velocidades relativas.
El Vicecomodoro O. RITONDALE – su piloto- no tuvo mayor tiempo para cavilar pues enseguida un tripulante vio un misil en pleno ascenso hacia el enorme avión. Tomó los comandos del avión y cuando el misil estaba cerca redujo al máximo la potencia de los 4 motores, sacó los frenos de aire e inició violenta picada con viraje hacia el lado opuesto. Esta maniobra cambia la posición del punto de impacto y el avión puede hacerlo reduciendo su velocidad, pero el misil no puede por su velocidad supersónica y sus pequeñas alas. A poca distancia no puede seguir la desaceleración y el cambio de rumbo del avión. Si hubiera sido un partido de futbol, Ritondale en plena carrera frenó y le pisó la pelota al inglés, haciendolo pasar de largo. Dos cilindros negros pasaron a no más de 50 mts de su nariz, un misil Sea Dart explotó sin causar daños en el lugar que estaba uno de los motores antes de irse de ese lugar el plano al hacer el viraje. Nuevo misil y nueva pasada de Sea Dart frente a la cabina sin impactar.
Después de eludir 4 misiles pusieron rumbo Noreste y se alejaron en vuelo rasante hasta que comprobaron que habían salido de la cobertura del radar enemigo (y por lo tanto del alcance de sus misiles).
Habían jugado un “picadito” con los Sea Dart y les habían ganado con gambetas. Cada Sea Dart tiene el precio de un moderno avión de combate.
Imagino este dialogo entre el jefe de la flota Woodward y el jefe de la misilística.
–¿Qué pasó, porque no derribaron ese avión?— Respuesta – ¡Imposible, jefe, el piloto era Maradona!–
Cuando les volvió el alma al cuerpo, comenzaron a inspeccionar el tetrarreactor… (sus motores, estructura, comandos, instrumentos, etc.) y nada había sido alterado… el noble 707 navegaba – sereno y arrullador – como en sus vuelos de línea… rumbo ahora a Buenos Aires. En El Palomar pudieron ver que el costado del fuselaje y parte del empenaje horizontal estaban de color marrón claro producto de la cercana explosión del Sea Dart.
El resto de sus tripulantes eran Vicecomodoro W.D. BARBERO, Suboficial Principal A. ROSALES, Suboficial Auxiliar J. AMENGUAL, Suboficial Mayor O. VIGNOLO, Suboficial Principal G.F. ROQUE ALLENDE y Cabo Principal L.C. Enrique RITONDALE y BARBERO le narraron este episodio al autor en el Aeropuerto de Resistencia mientras tomaban un café después de descargar víveres para el Chaco durante la inundación del 83, llevados en el “gambeteador” Boeing 707. El autor depués repartía los viveres en las zonas inundadas con su helicoptero Bell 212 “Chaco” (nombre de guerra dado en San Julian en el 82 durante la batalla por MLV).