Corría el año 1982 en San Julián. En esa tarde de invierno patagónico a la mesa que ocupaba Exequiel, llega Mario para sentarse y compartirla, como tantas otras tardes. No era el gesto del compañero que tantas veces nos alegraba con su guitarra.
— ¡Que te pasa , Mario ¡ ¡ Que cara, parece que has visto al Diablo ¡
— Mas o menos eso…. No sabés lo que me pasó … después de lanzar mis bombas en San Carlos escapé rasante hacia el Norte buscando el mar.
— La visibilidad estaba reducida por techos bajos y chaparrones. Después de un tramo al frente para salir de los peñascos de la costa y entre la bruma al comenzar el viraje buscando el oeste para poner rumbo a San Julián, las ví. Allí estaban…Las siluetas de las misilísticas se recortaban en la penumbra contra la luz que al fondo se colaba entre las nubes. Pudo ver el misil y maniobrar para eludirlo. Pasó cerca de las fragatas por la maniobra y buscó el escape en rasante hacia el oeste.
Lo único que yo tenía a mano para anotar los datos del relato de Mario era una servilleta de papel sobre la mesa. La usé para registrar una increíble maniobra similar a una gambeta de Maradona. La exigencia de dar imágenes a tantos hechos de guerra protagonizados en su bautismo de fuego me tuvo tan ocupado que recién ahora después de una charla con Mario buscara la servilleta y 30 años después pudiera registrar en un cuadro este hecho notable protagonizado por el entonces joven piloto de la Fuerza Aérea, el Teniente Mario Callejo, piloto de M5.